El jugador nos relata la increíble situación que ha vivido en Chipre, donde desembarcó el pasado verano para dar un paso al frente en su carrera profesional.
El fútbol español está de moda. Con una selección campeona del Mundo y nuestros clubes brillando a nivel continental, en varios países quieren copiar nuestra fórmula mágica llevándose a distintos futbolistas nacidos en nuestro país. Así, nuestros inmigrantes son legión en ligas menores como Grecia (30), Chipre (28) o China (11).
Estos países se presentan como oportunidades idóneas para conocer nuevas culturas, progresar deportivamente y encontrar nuevos desafíos.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. En algunos casos nuestros futbolistas se enfrentan a situaciones tremendamente delicadas que acaban conduciendo a historias desgarradoras. Una de ellas es la que tiene como protagonista a Bidari García (24 años), que después de pasar por las filas de distintos conjuntos de Segunda División B como Leganés o San Sebastián de los Reyes aceptaba el reto de desembarcar en Chipre el pasado verano. Su destino estaba en el Ethnikos Achnas. «Fue todo muy rápido. No me lo pensé y cogí el avión», afirma el futbolista en la conversación que ha mantenido con Fichajes.com.
Rumbo a Chipre
«Llevaba un tiempo intentando marcharme al extranjero porque siempre me ha llamado la atención el hecho de jugar fuera. Mi sueño es triunfar aquí en España, pero el fútbol humilde está en una situación delicada por el tema de la crisis. De este modo, me salió la oportunidad de irme a Chipre a un equipo de Primera División, lo que suponía un paso muy importante en mi carrera, ya que de este modo podría enfrentarme a equipos que disputaban Champions League o Europa League», añadió.
Con el objetivo de crecer como futbolista y dar un paso al frente en su carrera, Bidari tomó una decisión de la que pese a lo ha sucedido «volvería a tomar». El club que le esperaba era un histórico que nunca había descendido pero caracterizado por su «humildad y seriedad». Su afición, escasa y fría debido al traslado de la parte turca a la griega de
Chipre provocaba que «siempre pareciera que jugábamos fuera de casa».
Como cabría esperar, los inicios fueron idílicos, pues «la gente del club se portaba bastante bien y en un principio no hubo ningún problema. Todo el mundo parecía bastante simpático y serio». El futbolista vivía en un pueblo de zona costera a apenas 10 minutos de distancia de Larnaka, dentro de una urbanización en la que se encontraban varios compañeros. Entre ellos el también español Rubén Arroyo, que llegó a Chipre diez días después.
Del sueño a la pesadilla
La situación no tardó en dar un giro de 180 grados. «Ya el primer mes nos dijeron que iba a haber retrasos en los pagos», nos comenta el jugador, si bien «como yo lo había enfocado todo al tema deportivo en un principio no le di mayor importancia». Y lejos de mejorar, todo se fue agravando con el paso de los meses: «El primer mes fue el único que cobré íntegro, y a partir del segundo el club quería hacernos firmar un recibo aceptando una cantidad de dinero ridícula».
Pero esto no se queda aquí, ya que para cobrar «debías poner tu nombre en un papel para señalar que necesitabas dinero y ellos te daban 100 euros, a un compañero 200, a otro 50… y con estas cantidades ellos salvaban la papeleta de cara a la Federación, que en caso de no pagar podría quitar puntos al equipo».
«Los clubes tienen un margen de 45 días para retrasarse en el pago. Además, más tarde me enteré que nuestros contratos están divididos en dos partes y ellos muestran a la Federación simplemente una de ellas. Tú firmas que has aceptado la pequeña cantidad que te dan –con la que puedes ir pagando la luz, el agua…- y así evitan el problema», espetó. «Así llegamos hasta Navidad, momento en que yo solo había cobrado agosto y la mitad de septiembre. Mientras tanto hubo tres cambios de entrenador y yo empecé a ganar minutos de juego».
Se trataba de un problema que tocaba a toda la plantilla del equipo chipriota e incluso provocó que el también español Arroyo hiciera las maletas de vuelta a España. «Nos pasaba a todos. A él le dejaron marcharse en Navidad después de perdonar una cantidad importante y pagar sus billetes de avión, que estaban incluidos en el contrato. Finalmente la situación se puso muy complicada y se marchó con su mujer y su hija».
Y es precisamente hasta aquí donde llegó la paciencia del futbolista, el cual tenía un contrato firmado hasta el próximo 30 de junio, con la posibilidad de ampliarlo por parte del club. «En Navidad les dije que me quería marchar y me pagaran lo que me debían. Sin embargo, no me dieron ninguna facilidad: decían que era muy importante y que nos iban a poner al día desde el punto de vista económico».
Amenazas
Esta delicadísima situación continuaba dando pasos peligrosos, pues «llevábamos entre tres y cuatro meses sin cobrar y decidimos hacer algo para que se hiciera eco la prensa. Dejamos un día de entrenar y a las pocas horas estaba allí un alto directivo, amenazándonos con el despido y jugar con los futbolistas del juvenil el resto de temporada». «Finalmente la gran mayoría de los jugadores dio un paso atrás y desde ese momento el club ya tuvo la sartén por el mango», añadió.
«Cómo no me dejaron salir en Navidad decidí junto a mi agente no firmar ningún recibo más hasta que no pagaran lo que me debían. Mientras tanto, ellos se limitaban a ofrecer una cantidad que rondaba un tercio de una mensualidad, cuando realmente me debían lo correspondiente a seis meses». Junto a esta cantidad, se le ofrecía un cheque por valor de otro tercio de mensualidad pero que también carecía de fondos.
Al tratarse del único futbolista que no había firmado los recibos, las altas esferas del cuadro chipriota comenzaron a ponerse nerviosas y comenzaron una serie de movimientos para lograr su objetivo. «Venían a mi casa, llamaban a mi puerta y veía a un hombre que no conocía de nada y era un supuesto nexo entre los jugadores y el club que había llegado en Navidad», nos comenta un Bidari al que incluso se le mostraron mensajes falsos de su agente para convencerle.
Desde el propio club se dio incluso un paso más dándole un ultimátum claro: «Como no firmes el papel te vamos a poner fuera del equipo y te multaremos diciendo que no entrenas bien o no contestas el teléfono, etc». Esta serie de amenazas y mentiras provocaron que el jugador tomará un vuelo y regresara a nuestro país.
«Llevo dos semanas en Madrid desde que volví. Sinceramente, he estado con un poco de miedo porque no me atrevía a hablar del tema, ya que mi caso está en manos de la AFE y se está tramitando por la FIFA. He estado un poco cohibido y no sabía si podía y debía hablar. Es una situación un poco desagradable para mí, porque no soy noticia por algo bueno deportivamente», afirma el jugador mientras espera una oferta que le permita volver a los terrenos de juego.
Ahora, el contrato ya está rescindido y ya es libre, aunque tendrá que esperar entre uno o dos años para poder cobrar. Sin equipo y con la temporada a punto de finalizar, el jugador ha decidido dar este paso al frente, pues «es positivo que se sepa, porque no soy el primer caso y seguramente no seré el único que pasa por estas cosas. Muchos no se atreven a contarlo, pero yo quiero ayudar a que esto no vuelva a pasar».
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